miércoles, 10 de julio de 2019

El amor y la tranquilidad caben en una videollamada


Hace unos días hablé con mi hija por videollamada. Escucharle su acento gallego me provocó dos sentimientos: primero, sentí emoción porque independientemente del tiempo que ha pasado lejos de Galicia, en cuanto llegó a España recuperó su vena gallega que se ha mantenido viva a pesar de la distancia y gracias a la conexión virtual que mantiene con la familia y la tierra que la vio nacer, y a sus visitas anuales en los últimos nueve años.

Segundo, sentí tranquilidad porque aunque de cierta manera me duele verla a través de una pantalla por el momento, sé que está segura lejos de Honduras y de sus terribles circunstancias. Saberla al otro lado del Atlántico minimiza la culpa que  sentía a diario por haberla traído a este país con tan solo un año y alejarla de la seguridad integral que le brinda España. Inicialmente nuestra decisión fue venir por 4 años, pero Honduras con sus luces y sus sombras nos atrapó por casi 10.

Quizá suena terrible decirlo, pero estoy feliz de que Sara no esté aquí aunque su ausencia diaria sea un peso a veces insoportable. Pero es mejor así, en estos últimos 10 años el país se ha sumergido en una permanente y profunda crisis con graves impactos en la vida y los derechos de la población, y en la que los espacios democráticos se han reducido por completo.

De hecho, yo mismo debo reconocer que durante este tiempo he sentido que Honduras, mi país de origen, me ha quitado más de lo que me ha dado en los aspectos más importantes de la vida. Mientras tanto, siento que España, mi país de acogida, me ha demostrado que aunque no nací ahí, se preocupa y me trata con mucho cariño y consideración, lo cual me reafirma en mi sentimiento de orgullo de ser español y de pertenencia a esa otra miña terriña

Mis problemas de seguridad que se vieron agravados el año pasado son una prueba de ello: el embajador español se comunicó conmigo y se puso a mi disposición para adoptar todas las medidas necesarias con el fin de velar por mi seguridad, incluso de apoyar mi salida en caso de ser necesario. El Instituto de Derechos Humanos "Bartolomé de las Casas" de la Universidad Carlos III de Madrid donde estudié, me llamó para ofrecerme una estancia de un año con el objetivo de sacarme de Honduras mientras la situación se calmaba.

Varios profesores y profesoras de España, Portugal, Italia, México, Puerto Rico y Centroamérica firmaron una carta dirigida al gobierno hondureño manifestando su preocupación por mi seguridad. Y, obviamente, mis amistades y familia españolas me respaldaron y ofrecieron todo su apoyo.

Por todo ello, al hablar con mi hija mediante una videollamada me hizo sentirme feliz pese a la distancia que nos separa porque sé que está segura, que allá tiene un futuro cierto, que disfruta de más espacios para poder vivir con autonomía y desarrollarse como persona con las herramientas para la libertad que le hemos dado durante todo este tiempo. Así las cosas, ¿cómo no estar contento en medio de la tristeza de que esté en su país de nacimiento si España le puede ofrecer lo que Honduras no le puede dar o incluso le puede arrebatar?

Yo sé perfectamente lo que mi país de acogida puede dar además de la seguridad humana. Concretamente, en mi edad adulta España me regaló una compañera de viaje de lujo-Yolanda-, primero como pareja y ahora como amiga; me concedió la enorme oportunidad de estudiar en sus universidades; me dio amistades especiales y una hermosa nueva familia; y me ofreció el regalo más extraordinario, mi hija Sara, que ahora se encuentra segura y contenta lejos de Honduras.

Mi hija está tan bien que está participando en un campamento de verano organizado por el ayuntamiento de su ciudad natal. Ya lleva 5 días en él y por lo que sabemos está feliz, ya que además de compartir con su prima Gaby y de conocer a otros niños y niñas (incluso ya hizo nueva pandilla), está realizando una diversidad de actividades que van desde escalar en un rockódromo, hacer slack line (cuerda tensa), montar en bicicleta, practicar tiro con arco, fabricar refugios naturales y aprender técnicas básicas de supervivencia. También está practicando piragüismo, kayak polo, senderismo y kinball.

En fin, además de segura, sé que está feliz y con un mundo lleno de oportunidades para su realización personal. Y sinceramente, en estos tiempos tan inciertos y convulsos en Honduras prefiero conformarme con meter todo mi amor posible por Sara en una videollamada, y disfrutar su sonrisa y su mirada en una pantalla, esperando pacientemente el día en que vuelva a abrazarla.