Hace mucho no escribía en el blog. La razón es evidente para cualquiera que le tiene amor a este país tan hermoso y tan trágico que es Honduras: la crisis derivada del fraude electoral y la reelección ilegal de Juan Orlando Hernández, quien terminó imponiéndose con la fuerza de las armas militares y policiales, y la complicidad de Estados Unidos y la Unión Europea.
Estoy seguro que muchas madres y padres se vieron en la complicada situación de intentar explicarle a sus hijas e hijos lo que estaba ocurriendo. Yo confieso que intenté meter a Sara en una burbuja para que no viera ni sintiera la tensión, el miedo y la rabia que estábamos viviendo y sintiendo quienes creemos en la democracia.
En parte lo logré, particularmente cuando ocurrieron algunos hechos que implicaron un riesgo directo para mi seguridad y la del resto de mi familia. Yolanda y yo hicimos malabares para que Sara no supiera lo que estaba pasando con respecto a nuestra situación particular, aunque ella desde hace mucho está clara sobre la crisis que se venía debido a las ilegales intenciones reeleccionistas del "hombre".
De hecho, me comentó una maestra de su escuela que en una ocasión tuvo que mediar entre ella y un compañerito afin a Hernández por los vínculos políticos de su familia, ya que en una discusión Sara le planteó una serie de argumentos sólidos y objetivos en contra del presidente impuesto que eran muy difíciles de rebatir.
Reconozco que con todo lo que está pasando en el país tengo una serie de sentimientos encontrados con respecto a mi hija. Indudablemente me siento muy orgulloso de ella pues es suficientemente inteligente y sensible para darse cuenta y tener muy claro que Juan Orlando Hernández no es un presidente democrático, ya que se impuso por la fuerza.
Al mismo tiempo me siento confundido porque desearía que tuviera una niñez sin más preocupación que estudiar y divertirse, sin embargo, es una niña consciente de lo que está pasando con el gobierno autoritario de Hernández y con el gobierno corrupto y antiderechos del Partido Popular que lidera Mariano Rajoy en España.
Y a veces me siento arrepentido porque en 2009 tomamos la decisión de dejar todo en España por regresar a Honduras en nombre de la patria que acababa de sufrir un golpe de Estado y sentimos el llamado de venir a aportar nuestro granito de arena en la construcción de un país democrático.
Aunque Sara ha tenido una niñez feliz porque ha podido vivir con un pie aquí y un pie allá, cada vez que la veo me pregunto si tenemos derecho a privarla de que crezca en su otro ambiente y en su otra sociedad con condiciones incomparables con las de aquí, a pesar de la crisis que sobrevuelva por Europa.
Hace un par de semanas me dijo que al terminar sexto grado quiere regresar a España e invertir la situación, es decir, hacer su vida allá y vacacionar aquí. En el fondo es lo que deseo porque al menos allá podrá vivir su vida con más libertad y menos temor de sufrir la violencia que enfrentan las mujeres en Honduras, sobre todo porque es una niña que está siendo educada desde el feminismo y, en consecuencia, el patriarcado la atacará sin contemplaciones.
Yo quiero seguir a su lado como hasta ahora, sé que estos primeros años y los que vienen de preadolescencia y adolescencia son cruciales, así que su comentario de estar aquí dos años más me hizo volver a pensar seriamente en mi propio futuro inmediato: o verla crecer desde lejos, lo cual no quiero ni creo estar dispuesto, o dejar todo y seguirla a donde vaya.
Estoy seguro que muchas madres y padres se vieron en la complicada situación de intentar explicarle a sus hijas e hijos lo que estaba ocurriendo. Yo confieso que intenté meter a Sara en una burbuja para que no viera ni sintiera la tensión, el miedo y la rabia que estábamos viviendo y sintiendo quienes creemos en la democracia.
En parte lo logré, particularmente cuando ocurrieron algunos hechos que implicaron un riesgo directo para mi seguridad y la del resto de mi familia. Yolanda y yo hicimos malabares para que Sara no supiera lo que estaba pasando con respecto a nuestra situación particular, aunque ella desde hace mucho está clara sobre la crisis que se venía debido a las ilegales intenciones reeleccionistas del "hombre".
De hecho, me comentó una maestra de su escuela que en una ocasión tuvo que mediar entre ella y un compañerito afin a Hernández por los vínculos políticos de su familia, ya que en una discusión Sara le planteó una serie de argumentos sólidos y objetivos en contra del presidente impuesto que eran muy difíciles de rebatir.
Reconozco que con todo lo que está pasando en el país tengo una serie de sentimientos encontrados con respecto a mi hija. Indudablemente me siento muy orgulloso de ella pues es suficientemente inteligente y sensible para darse cuenta y tener muy claro que Juan Orlando Hernández no es un presidente democrático, ya que se impuso por la fuerza.
Al mismo tiempo me siento confundido porque desearía que tuviera una niñez sin más preocupación que estudiar y divertirse, sin embargo, es una niña consciente de lo que está pasando con el gobierno autoritario de Hernández y con el gobierno corrupto y antiderechos del Partido Popular que lidera Mariano Rajoy en España.
Y a veces me siento arrepentido porque en 2009 tomamos la decisión de dejar todo en España por regresar a Honduras en nombre de la patria que acababa de sufrir un golpe de Estado y sentimos el llamado de venir a aportar nuestro granito de arena en la construcción de un país democrático.
Aunque Sara ha tenido una niñez feliz porque ha podido vivir con un pie aquí y un pie allá, cada vez que la veo me pregunto si tenemos derecho a privarla de que crezca en su otro ambiente y en su otra sociedad con condiciones incomparables con las de aquí, a pesar de la crisis que sobrevuelva por Europa.
Hace un par de semanas me dijo que al terminar sexto grado quiere regresar a España e invertir la situación, es decir, hacer su vida allá y vacacionar aquí. En el fondo es lo que deseo porque al menos allá podrá vivir su vida con más libertad y menos temor de sufrir la violencia que enfrentan las mujeres en Honduras, sobre todo porque es una niña que está siendo educada desde el feminismo y, en consecuencia, el patriarcado la atacará sin contemplaciones.
Yo quiero seguir a su lado como hasta ahora, sé que estos primeros años y los que vienen de preadolescencia y adolescencia son cruciales, así que su comentario de estar aquí dos años más me hizo volver a pensar seriamente en mi propio futuro inmediato: o verla crecer desde lejos, lo cual no quiero ni creo estar dispuesto, o dejar todo y seguirla a donde vaya.
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