jueves, 3 de agosto de 2017

No la extraño, sí la extraño



Ha pasado casi un mes desde que mi hija se fue de vacaciones a visitar a su familia materna y a excepción de un breve saludo aprovechando que ella hablaba con su madre, solo sé de Sara gracias a las fotos y mensajes que sus abuelxs, tía y tíxs abuelxs le envían a Yolanda, y que ésta me comparte.

Una pregunta recurrente que muchas personas me hacen cuando les cuento que Sara está lejos, es la que me hizo mi amigo Fernando la semana pasada: "¿Extrañás a Sara?" Por la expresión de su rostro creo que mi respuesta lo dejó confundido porque le contesté que no.

Y no miento, realmente no la extraño en un sentido estricto. Creo que su ausencia hace que yo entre en un proceso que podría parecer egoísta o de un mal padre; aunque los primeros días sigo actuando y haciendo las cosas como si ella estuviera, cuando caigo en la cuenta que soy "libre" para cambiar los ritmos y los tiempos a mis propias necesidades cotidianas, simplemente me siento pleno y feliz de reencontrarme conmigo mismo como hombre y no como padre.

Esta plenitud y felicidad es distinta a la que experimento cuando está Sara, pues implica sentir que por unos meses el mundo deja de girar en torno a ella y que puedo disfrutar completamente de las cosas y personas que más me gustan e interesan. En otras palabras, cuando ella está lejos por unos meses se invierte temporalmente mi lógica de vida que se resume en el eslogan "Primero padre, luego hombre"*. 

Tal libertad y plenitud se manifiesta en las cosas más simples de la cotidianidad. Puedo ir al baño tranquilamente sin que Sara esté tocando la puerta para preguntarme lo que estoy haciendo y decirme que quiere entrar. Puedo realizar mi rutina de ejercicios a cualquier hora, ver una película mientras salto la cuerda y tomar una ducha sin prisas sin que ella me pida bañarse conmigo y por tanto, convertir el baño en un área de juegos.

Me duermo a la hora que quiero y los fines de semana me despierto sin alarma, y con la paz que da saber que si quiero puedo quedarme en casa todo el día sin la presión de buscar alguna actividad para ella. De lunes a viernes no tengo que levantarme antes de las 6 de la mañana para bañarme y vestirme antes de despertarla para ir a la escuela. No tengo que calentar su leche y ponerle chocolate, preparar su merienda y asegurarme que lleve todo lo que necesita en sus clases y en otras actividades escolares.

No tengo que preocuparme por llevarle el almuerzo, ir a buscarla a la escuela ni a ninguna parte, llevarla a clases de fútbol, ir a verla jugar un partido de campeonato, estar pendiente de sus tareas o exámenes, realizar las compras para sus meriendas, asegurarme que se bañe cuando de milagro no se baña conmigo, leer juntxs algunas páginas de un libro antes de acostarme con ella a las 8 de la noche para dormirla mientras le canto las canciones de Cri Cri. Disfruto no tener que esperar a que se duerma para continuar con mis cosas.

Dejo de ser chofer y planificador de actividades infantiles, no estoy pendiente de la cartelera cinematográfica para llevarla al cine, veo las películas que solo a mí me apetecen, como a la hora que quiero, acepto dar talleres y conferencias cuando sea, duermo con la puerta de mi cuarto cerrada y sin preocuparme de si tiene frío o calor por las noches, o de que aparezca de madrugada porque tuvo una pesadilla y quiere dormir conmigo.

En resumen, hago mis propios planes de la forma más egoísta e individualista posible sin sentirme mal. Creo que en el fondo aplico el consejo que le doy a ella en el sentido de no permitir que extrañar implique dejar de disfrutar. Lógicamente disfruto muchísimo cuando la tengo cerca, lo cual me hace sentir pleno y feliz, pero también siento algo parecido estos meses sin ella y en reencuentro conmigo mismo.

Unas semanas antes de su viaje anual, siempre bromeo con ella diciéndole que ya quiero que se vaya porque podré hacer todo lo que me dé la gana sin preocuparme de las cosas que acabo de compartir. Sara me mira con picardía, sonríe y me responde que aproveche porque a su regreso todo volverá a la "normalidad".
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7 comentarios:

  1. Aún no tengo la dicha de ser madre, sin embargo entiendo todo lo que acabo de leer en este blog, tengo 3 sobrinos y es un poco complicado lidiar con ellos todos los días y siento un alivio cuando no están... aunque después me hagan falta! Pero cuandon los tenga me servirá me servirá tu experiencia, que gusto que pueda compartirla en este espacio.
    Saludos Joaquin.

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    1. Muchas gracias Karen por compartir tu reflexión, cuando tengás lxs tuyxs verás lo contradictorio que es ese sentimiento. Te mando un abrazo.

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  2. "... no permitir que extrañar implique dejar de disfrutar." Este pensamiento, en mi juicio, es algo que debemos enseñarnos y recordarnos siempre los que vivimos en parejas, porque entenderlo es indicio de poder enseñarlo con sensatez. Un enorme aporte estimado, Maestro.

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  3. "... no permitir que extrañar implique dejar de disfrutar." En mi juicio, estos algo que, debemos enseñar y entender siempre, con sensatez. Gracias por flasharnos con tus rayos de vida. Un abrazo, Maestro.

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    1. Totalmente de acuerdo mi querido Lezama, es una lección que debemos aprender, enseñar y aplicar en nuestra vida diaria. Un abrazo muy fuerte.

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  4. y en fin, me parece que sí, la extrañas muchísimo, enfocando en las cosas diferentes porque no está ella. Todo bién, tanto vos como la querida bebezota poco a poco preparándose para este día no tan lejos cuando sus alas ya fuertes y preparadas la lleva a formar sus propia vida. Nos duele este día, aún cuando expresamos el orgullo de sus avances y logros. Y con solamente dos meses afuera regresará más desarrollada como persona, su personalidad más definida, y siempre totalmente amable.

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    1. Gracias por tus reflexiones querido Felipe, son muy valiosas porque has padado por todas las etapas y sabés cómo termina todo, pero lo importante es construir las bases para que la relación hija-padre se mantengan a pesar del tiempo y la distancia. Un abrazo muy grande.

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