lunes, 13 de noviembre de 2017

De Hollywood a Madrid... a Tegucigalpa... (una carta)



Estocolmo, 12 de noviembre de 2017.

Hola Sara, desde hace días quiero platicar con vos sobre algo que seguramente vas a descubrir muy pronto y con toda su crudeza cuando te hagás mayor. Por la distancia decidí escribirte esta breve carta como una introducción a nuestra plática personal sobre un tema cuya gravedad no había asumido en su justa dimensión.

Cuando leí sobre las denuncias de varias mujeres que habían sufrido acoso y otras agresiones muy graves por parte de un productor de cine en Hollywood, llamado Harvey Weinstein, no dudé que no se trataba de un caso aislado, tal como lo evidenciaron las posteriores denuncias de muchas mujeres contra otros hombres en ese medio o en España y demás países.

Sin embargo, algo dentro de mí eludía aceptar que es una realidad que sufren muchísimas, si no todas las mujeres en el mundo, particularmente las que están cerca, las que son mis familiares, mis amigas, mis compañeras, mis colegas, mis conocidas.

Seguramente el machito que se niega a morir dentro de mí me disuadía a pensar que si bien es una situación extendida, no podía pasar en los espacios comunes en los que estoy involucrado. Incluso, la soberbia de considerarme un hombre que ha avanzado en encontrar otras formas igualitarias de relacionarme con las mujeres, me hizo autoexcluirme de esa violencia que es el machismo.

Pero luego llegaron las pláticas con compañeras y amigas, y las denuncias valientes de algunas de ellas sobre las agresiones que han sufrido y que sufren. Te juro Sara que cuando sentí la cercanía de las denuncias pensé inmediatamente en dos cosas.

En primer lugar, pensé en vos y en tu futuro como mujer, en lo que tendrás que enfrentar porque la gravedad de esta violencia tristemente no se acabará mañana. Me duele y me da vergüenza darme cuenta que miles de mujeres son asesinadas en tus dos mundos, América Latina y Europa, y que millones son víctimas de violencia machista como violencia sexual, violencia física y acoso sexual.

En segundo lugar, pensé en mí y fue como verme en un espejo porque automáticamente repasé algunas etapas de mi vida que pude recordar, y me dio miedo y asco al reconocer que en algunos momentos yo he sido y soy un machista, que he sido un acosador, que me he aprovechado de mi masculinidad patriarcal y que me he callado frente a las injusticias de género o frente a lo que Irantzu Varela llama "una guerra contra las mujeres".

No me justifico mi amor, pero debés saber que uno de los mayores triunfos del machismo y del patriarcado es habernos hecho normalizar los privilegios y el poder que tenemos los hombres sobre las mujeres, el considerar que ustedes son un objeto y son nuestra posesión, y que por eso podemos desde compartir impunemente fotos y videos privados de amigas, compañeras y conocidas, hasta agredir sus cuerpos.

Todo lo anterior me ha calado muy fuerte estos días y por eso quiero pedirte perdón y a través de vos a todas las mujeres a las que he tratado desde la concepción patriarcal de las relaciones. Pero mi amor, para tu tranquilidad mi machismo no ha llegado a los extremos más terribles y sé que no es suficiente con pedir perdón.

Por eso desde hace años inicié mi propio proceso de deconstrucción y construcción, y vos que sos mi hija sabés muy bien que como padre he intentado ser un ejemplo de paternidad igualitaria; también otras mujeres y hombres que están cerca de mí son testigos que pese a mis errores y mis retrocesos, intento avanzar hacia relaciones de igualdad y de dignidad.

También sé que todavía no es suficiente y por eso, mi amor, te prometo que, en general, voy a seguir con mi proceso personal para convertirme algún día en un hombre igualitario del que te sintás orgullosa. Mientras tanto, en concreto te prometo hacer y continuar haciendo algunas pequeñas cosas para aportar a esta lucha por la igualdad.

Este es mi decálogo de pequeñas promesas para vos:

1. Prometo cuidar mi tono de voz al hablar y al discutir, y no quedarme callado ante comentarios, bromas o chistes machistas y homofóbicos.

2. Prometo no compartir nunca fotos y videos privados de mujeres, o fotos en los que se ridiculiza a un hombre vistiéndolo de mujer, como si lo femenino fuera un insulto, y continuar reclamando cuando alguien cercano lo haga.

3. Prometo concientizar a mis amigos y compañeros sobre la importancia de las relaciones igualitarias.

4. Prometo estudiar mucho más sobre feminismo, igualdad, derechos de las mujeres y las niñas, y nuevas masculinidades, y compartirte todo lo que pueda para que vos te convirtás en una mujer feminista.

5. Prometo comprarte todos los libros y materiales que pueda y que te ayuden a empoderarte y a visibilizar la importancia de las mujeres en las ciencias, el arte, la política y en la historia de la humanidad en general.

6. Prometo intentar ser un buen compañero de tu mami en este viaje complejo y hermoso de maternidades y paternidades.

7. Prometo acompañarte en el día a día, apoyarte en tus sueños y en tu libertad, y en tus decisiones.

8. Prometo ponerme a tu lado en tus luchas, que estoy seguro serán bastantes porque vos sos una niña libre, valiente, autónoma, inteligente y lo serás mucho más cuando seás mujer, y eso no lo soporta el patriarcado.

9. Prometo seguir siendo tu compañero en esta aventura que es la vida, haciéndote reir, bailar, soñar, volar y luchar con alegría aún en medio de las tristezas.

10. Prometo dar todos los pasos necesarios, por muy pequeños que sean, para contribuir a que algún día se termine esta "guerra contra las mujeres".

Vos sos mi mayor motivación, mi vida, y por vos estoy convencido que debo aportar mi granito de arena para que este mundo sea menos patriarcal y más feminista.

Te amo, mi amor.

Tu papi.

domingo, 15 de octubre de 2017

La historia de una antiprincesa hondureña



Últimamente Sara tiene la costumbre de leer dos libros a la vez. Estos días ha estado leyendo "Tom Gates. Excusas perfectas y otras cosillas" (Liz Pichon) y "Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes" (Elena Favilli y Francesca Cavallo). 

El primero lo terminó hoy y se trata de un chico inteligente, talentoso y divertido, pero travieso que cuenta las aventuras más disparatadas que le ocurren durante sus dos semanas de vacaciones. El segundo trata sobre la historia de cien mujeres extraordinarias que rompieron las normas y que lucharon por sus sueños.

Las cien minibiografías abarcan mujeres de todas las épocas, países y profesiones; algunas de ellas son Alicia Alonso, Yoko Ono, Coco Chanel, Virginia Woolf, Eva Perón, Frida Kahlo, Violeta Parra, las hermanas Brontë, Serena y Venus Williams, Marie Curie, entre otras extraordinarias mujeres de las cuales yo sabía poco o nada hasta ahora que estoy leyendo este libro en los momentos que Sara no lo hace.

Una cuestión que noté del libro es que no aparece ninguna mujer hondureña, no porque no hayan, sino porque entiendo que para escribirlo se tuvo que hacer una selección. Afortunadamente, el día de hoy recibimos un hermoso regalo de una gran amiga, Isolda Arita, la directora de Editorial  Guaymuras.

A mí me regaló el libro "Prácticas electorales y cultura política en Honduras durante el siglo XIX (1812-1894)", escrito por Ethel García Buchard, y a Sara le regaló cuatro "pequeños grandes" libros: "Tengo una abuela de cien años y un poco más" y "Sieteperezas. La verdadera historia del niño más perezoso del mundo", ambos de Julio César Anariba Romero; "Lluvia de luciérnagas. La fantástica vida de Francisco Morazán" del equipo de redacción de Editorial Guaymuras; y "La maestra Choncita" de María Eugenia Ramos.

Al recibirlos, me pareció que este último era un complemento perfecto del libro "Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes", en el que como dije antes, no aparece ninguna hondureña, así que mi recomendación a Sara fue que leyera primero el libro de María Eugenia Ramos, ya que trata sobre la vida y el legado de Visitación Padilla (Choncita), una mujer "valiente y sabia" quien desde los quince años "empezó a trabajar como profesora, aunque todavía no tenía el título"; luego perteneció a una asociación de escritores y escritoras famosas, "El Ateneo Hondureño", al cual solo cuatro mujeres pertenecieron, entre ellas Choncita.

Después "participó en un movimiento para que los países de Centroamérica se volvieran a unir"; fundó junto con otros escritores y escritoras el periódico "Boletín de la Defensa Nacional"; luchó contra la dictadura del general Tiburcio Carías Andino; fue presidenta de una sociedad llamada "Cultura Femenina" a través de la cual "le enseñaban a leer y a escribir a las mujeres trabajadoras, que no habían tenido la oportunidad de ir a la escuela"; y realizó muchas acciones de protesta para que liberaran a las personas que habían sido encarceladas por oponerse al gobierno. 

Como dice María Eugenia Ramos, Choncita era una verdadera patriota, no de esas que desfilan los 15 de septiembre porque "[c]ualquiera puede desfilar, pero no cualquiera se pone en peligro para defender a su país". Sara tomó en cuenta mi recomendación e inmediatamente lo leyó y terminó hoy mismo (solo tiene 17 páginas y es de fácil lectura), así que aproveché para hacerle unas cuantas preguntas sobre este libro, las cuales a continuación reproduzco con sus respuestas respectivas.

¿Qué te pareció el libro?
Muy bonito. Es un buen libro. 

¿Qué aprendiste? 
Que Choncita ayudó a que las mujeres votaran. 

¿Quién era Choncita? 
Era una maestra. 

¿Por qué es importante que las mujeres voten? 
Porque las mujeres somos iguales que los hombres y no es justo que ellos tengan más derechos que nosotras. 

¿Para qué sirve el voto? 
Para elegir a un presidente, aunque JOH no está siguiendo las reglas porque está haciendo trampa. 

¿Qué le dirías a María Eugenia Ramos sobre el libro? 
Me gustó mucho leerlo. 

¿Por qué es importante conocer también las historias de heroínas hondureñas?
Porque ellas también han ayudado a mejorar el mundo, como Choncita ayudó a que las mujeres votaran.

Cuando Sara terminó de leer el libro se quedó pensando un instante y dijo: "El año en que yo nací (2008) declararon heroína nacional a Visitación Padilla".

Gracias Isolda por este hermoso regalo, gracias Editorial Guaymuras por apostarle a este tipo de literatura, gracias María Eugenia por mostrar a nuestros niños y niñas, especialmente a estas últimas, la historia de una "antiprincesa" y de una "niña rebelde" hondureña, cuyo ejemplo nos inspira día a día a aquellas mujeres y hombres que, pese a nuestras incoherencias, intentamos aportar nuestro granito de arena a la lucha por la igualdad de género y por un mundo más justo y compartido.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Nueve años

La semana pasada Sara cumplió 9 años y estoy sorprendido cómo mi niña se está convirtiendo en una persona madura e independiente, a tal punto que comienzo a verla y sentirla como una pequeña compañera de viaje por esta vida, con quien me siento feliz y cómodo de compartir el mayor tiempo posible y de conversar sobre muchos temas.

Las últimas dos semanas hemos estado más cercanxs que de costumbre en el sentido de compartir momentos juntxs con mayor calidad, como irnos a la cama al mismo tiempo, leer un libro cada unx antes de dormir y compartir de qué se tratan. Como cada año tengo la meta de leer al menos 6 novelas u otros libros que no sean de Derecho y ya la cumplí, tengo que ser creativo para explicarle de qué se trata el libro jurídico que estoy leyendo actualmente.

Por su parte, Sara está enganchada con dos libros que está leyendo a la vez: "El Diario de Greg" (consta de once volúmenes, de los cuales ha terminado dos y va por el tercero), que cuenta de forma cómica la historia de un adolescente que comienza la secundaria, y "Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes", que trata sobre 100 historias de mujeres extraordinarias. Con este último libro he aprendido muchísimo porque gracias a él Sara me cuenta breves biografías de mujeres pintoras, científicas, deportistas, políticas, artistas, matemáticas, doctoras, astronautas, escritoras, etc.

En gran medida, estoy aprovechando más el tiempo con ella porque he decidido intentar no trabajar después de las 5 de la tarde, con lo cual coincidimos más para hacer cosas juntxs desde las primeras horas de la noche y dormirnos prácticamente a la misma hora, y también porque ella ha "tomado por asalto" mi cuarto y mi cama con la excusa de que su habitación huele a pintura a pesar que fue pintada hace 3 semanas. 

Aunque cada vez que le digo que la siguiente noche dormirá en su cama, su mirada de "falsa" súplica logra que no me oponga a que vuelva a quedarse connmigo pese a que me condena a intentar dormir entre el borde de mi cama y el suelo. Para su descargo, debo decir que ahora duermo mejor porque he seguido su consejo de no abandonar la parte de la cama que me toca, ya que según ella cuando invade mi espacio no es para que yo me haga a la orilla, sino para estar cerca. Por tanto, la solución es no moverme aunque siempre termina convirtiéndome en una especie de peluche o de almohada que utiliza a su antojo.

La cuestión es que estos días hemos aprovechado el tiempo para compartir más la cotidianidad. Hemos hecho las compras juntxs, hemos ido a tomar un yogur helado o un chocolate caliente, me ha acompañado a la oficina, hemos ido a comprar sus útiles escolares -ahora exige, con razón, escogerlos ella-, la he ido a buscar más días a la salida de la escuela, ha ido conmigo a buscar a una querida amiga mexicana (Gabriela) que anduvo por estas tierras, y entre las idas y venidas hemos tenido tiempo para platicar de todo. 

Por ejemplo, una de las cosas que ratificó al conocer a Gabriela es que a pesar del tiempo y la distancia (no nos mirábamos desde 2009), es posible que la amistad y el cariño se mantenga intacto. Comprender esto es fundamental para Sara debido a su pertenencia a dos raíces, a dos culturas, a dos países, a dos continentes. Por eso me alegra, por ejemplo, que siga manteniendo su amistad con Claudia, a la que ve solamente una vez al año.

Y en términos generales, es en los temas que propone para conversar donde me doy cuenta que está creciendo. Hemos hablado desde política -me asombra su claridad en cuanto a que la clase política tradicional es la mayor responsable de la situación tan grave que atraviesa el país- hasta para qué sirven y cómo se utilizan los preservativos, pese a la cara de asombro o verguenza de la cajera que nos atendía en un supermercado, pues teniendo en cuenta nuestro contexto, seguramente le pareció inconcebible que un padre y su hija de 9 años hablen tan abiertamente y con absoluta naturalidad sobre ello.

Veo hacia atrás y me parece increíble que hace apenas unos años Sara era una bebé. Recuerdo que cuando me sentía fatigado deseaba que comenzara a gatear y a caminar, pero luego era más cansado porque había que estar detrás de ella para cuidarla. Cuando tenía tres o cuatro años quería que fuera un poco mayor para que tuviera sus propios espacios de autonomía sin mí o sin su madre. 

Ahora que tiene 9 años y es tan madura e independiente, y comienza a mostrar signos de preadolescencia, reconozco que a veces siento nostalgia de aquellos días cuando era tan pequeñita. Hay momentos que estoy con ella en su habitación y me pide con mucho cariño: "Papi, podrías irte a tu cuarto por favor que quiero estar sola".

La primera vez que me lo dijo mi corazón se llenó de una mezcla de tristeza y alegría porque es parte de la aceptación de que con el paso de los años necesita construir sus propios espacios en donde su madre y yo no cabemos. Por eso aprovecho al máximo todo el tiempo posible con ella, sobre todo los momentos en los que está excesivamente cariñosa y me repite una y otra vez que me ama.


Celebrando con sus compañeros y compañeras de clase

Celebrando con algunas de sus amigas

lunes, 21 de agosto de 2017

Caminar sin miedo

Cuando Sara tenía 5 años me hizo una pregunta que siempre temí: ¿Por qué puedo caminar de noche en Panxón –un hermoso pueblo costero gallego donde pasa parte de sus vacaciones con la familia materna- y no en Honduras? 

A pesar de la inminente llegada de esa pregunta, nunca pude prepararme para encontrar una respuesta cierta pero que no la llenara de temor a un país en donde ha pasado la mayor parte de su niñez. 

Le respondí simplemente que desafortunadamente Honduras es un poco menos segura que España pero luego me preguntó por qué. Le dije que pese a ser un país muy rico y hermoso, a la mayor parte de quienes lo han gobernado no le ha importado generar condiciones para que la gente pueda vivir dignamente.

Con el paso de los años, Sara se ha dado cuenta que la situación es más grave de lo que yo intenté explicarle pues a pesar de nuestros esfuerzos por aislarla del ambiente de violencia ya no es ajena a lo que dicen los noticieros, los periódicos o sus amigxs y compañerxs de escuela cuando entre sus pláticas infantiles se cuela un hecho violento del que escucharon o fueron testigxs presenciales.

La muerte en el país parece que se ha normalizado y casi se ha convertido en un espectáculo, y es común que ante una escena en donde un cuerpo yace en el suelo –sea por muerte violenta o accidental-, se forman inmediatamente círculos humanos en los que a los niños y niñas se les reserva una posición preferencial en los hombros de las personas mayores, como para que no se pierdan los detalles del hecho.

Cada vez que me reúno con Sara en España, el corazón se me parte en dos. Por un lado me lleno de profunda tristeza y rabia al ratificar desde la distancia la riqueza y belleza de nuestro rinconcito caribeño central y continental que es Honduras, y que no se nos permite disfrutar al cien por cien por el funesto binomio de la impunidad y la corrupción que hiere al país en su mero corazón, y que como lo señala Julio Scherer Ibarra, se hermanan y promueven, y “al final ambas son causa y efecto en sí mismas. Se buscan, se necesitan y terminan por ser iguales”.

Y por otro lado, me lleno de alegría y orgullo al ver que mi hija camina sin miedo por las calles gallegas, y se vuelve más independiente y más autónoma gracias a la seguridad que aquí se respira. Evidentemente, hay un abismo enorme entre ser mujer en Honduras y serlo en España, y aunque en ambos países el patriarcado golpea con fuerza, al menos en el segundo, aún con todas sus debilidades, existe una institucionalidad y una sociedad menos tolerante a la violencia machista.

Hace dos noches quiso ir a escuchar música a la Plaza de los Gaiteros de Soutelo de Montes –el otro pueblo gallego en donde pasa el resto de sus vacaciones y que durante estos días celebra su feria-. Salimos a las 10:30pm de casa y caminamos de la mano un poco menos de 1 kilómetro. Pasamos por casa de su prima Martita, de 10 años, y junto a ella, la tía Ana y su novio Javier, fuimos a tomar y comer algo a un bar. Luego, cerca de la 1 de la madrugada nos despedimos y emprendimos el camino de regreso.

Fue hermoso caminar con mi hija a esa hora por las calles solitarias, viendo las estrellas y sin ningún temor. Nuevamente salió a relucir la diferencia de seguridad entre Honduras y España, y cómo la inseguridad puede limitar la autonomía de nuestra niñez.

Parte de nuestra plática se centró en el sueño de una Honduras libre del temor y la miseria donde nuestros niños y niñas puedan hacer de la calle un lugar seguro para el juego y la convivencia, como solía ser en los años de mi niñez.


 Vista panorámica de Panxón

Plaza de Los Gaiteros (Soutelo de Montes)

jueves, 3 de agosto de 2017

No la extraño, sí la extraño



Ha pasado casi un mes desde que mi hija se fue de vacaciones a visitar a su familia materna y a excepción de un breve saludo aprovechando que ella hablaba con su madre, solo sé de Sara gracias a las fotos y mensajes que sus abuelxs, tía y tíxs abuelxs le envían a Yolanda, y que ésta me comparte.

Una pregunta recurrente que muchas personas me hacen cuando les cuento que Sara está lejos, es la que me hizo mi amigo Fernando la semana pasada: "¿Extrañás a Sara?" Por la expresión de su rostro creo que mi respuesta lo dejó confundido porque le contesté que no.

Y no miento, realmente no la extraño en un sentido estricto. Creo que su ausencia hace que yo entre en un proceso que podría parecer egoísta o de un mal padre; aunque los primeros días sigo actuando y haciendo las cosas como si ella estuviera, cuando caigo en la cuenta que soy "libre" para cambiar los ritmos y los tiempos a mis propias necesidades cotidianas, simplemente me siento pleno y feliz de reencontrarme conmigo mismo como hombre y no como padre.

Esta plenitud y felicidad es distinta a la que experimento cuando está Sara, pues implica sentir que por unos meses el mundo deja de girar en torno a ella y que puedo disfrutar completamente de las cosas y personas que más me gustan e interesan. En otras palabras, cuando ella está lejos por unos meses se invierte temporalmente mi lógica de vida que se resume en el eslogan "Primero padre, luego hombre"*. 

Tal libertad y plenitud se manifiesta en las cosas más simples de la cotidianidad. Puedo ir al baño tranquilamente sin que Sara esté tocando la puerta para preguntarme lo que estoy haciendo y decirme que quiere entrar. Puedo realizar mi rutina de ejercicios a cualquier hora, ver una película mientras salto la cuerda y tomar una ducha sin prisas sin que ella me pida bañarse conmigo y por tanto, convertir el baño en un área de juegos.

Me duermo a la hora que quiero y los fines de semana me despierto sin alarma, y con la paz que da saber que si quiero puedo quedarme en casa todo el día sin la presión de buscar alguna actividad para ella. De lunes a viernes no tengo que levantarme antes de las 6 de la mañana para bañarme y vestirme antes de despertarla para ir a la escuela. No tengo que calentar su leche y ponerle chocolate, preparar su merienda y asegurarme que lleve todo lo que necesita en sus clases y en otras actividades escolares.

No tengo que preocuparme por llevarle el almuerzo, ir a buscarla a la escuela ni a ninguna parte, llevarla a clases de fútbol, ir a verla jugar un partido de campeonato, estar pendiente de sus tareas o exámenes, realizar las compras para sus meriendas, asegurarme que se bañe cuando de milagro no se baña conmigo, leer juntxs algunas páginas de un libro antes de acostarme con ella a las 8 de la noche para dormirla mientras le canto las canciones de Cri Cri. Disfruto no tener que esperar a que se duerma para continuar con mis cosas.

Dejo de ser chofer y planificador de actividades infantiles, no estoy pendiente de la cartelera cinematográfica para llevarla al cine, veo las películas que solo a mí me apetecen, como a la hora que quiero, acepto dar talleres y conferencias cuando sea, duermo con la puerta de mi cuarto cerrada y sin preocuparme de si tiene frío o calor por las noches, o de que aparezca de madrugada porque tuvo una pesadilla y quiere dormir conmigo.

En resumen, hago mis propios planes de la forma más egoísta e individualista posible sin sentirme mal. Creo que en el fondo aplico el consejo que le doy a ella en el sentido de no permitir que extrañar implique dejar de disfrutar. Lógicamente disfruto muchísimo cuando la tengo cerca, lo cual me hace sentir pleno y feliz, pero también siento algo parecido estos meses sin ella y en reencuentro conmigo mismo.

Unas semanas antes de su viaje anual, siempre bromeo con ella diciéndole que ya quiero que se vaya porque podré hacer todo lo que me dé la gana sin preocuparme de las cosas que acabo de compartir. Sara me mira con picardía, sonríe y me responde que aproveche porque a su regreso todo volverá a la "normalidad".
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lunes, 24 de julio de 2017

Entre viajes e independencia



Hace más de dos semanas Sara viajó a la tierra que la vio nacer y en donde vivió su primer año de vida. Cada año se va dos o tres meses a pasar el verano con su familia materna, alguna vez incluso la navidad.

Aunque ahora la tecnología juega un papel fundamental para mantener los lazos con la gente querida a pesar de las distancias, pasar esos meses en Galicia le permite fortalecer el vínculo con una parte de sus raíces y reafirmar su identidad gallega y española.

De estos y otros viajes hay tres cosas que Sara ha aprendido y que están siendo esenciales para el desarrollo de su personalidad. En primer lugar, que es una ciudadana del mundo, que debe aspirar siempre a conocer y explorar todo lo que pueda, que la acumulación de experiencias vividas es más importante que la acumulación material y que la riqueza del mundo está en su diversidad.

En segundo lugar, que no debe temer jamás a la independencia, al contrario, debe luchar por ella permanentemente. Con esta lógica, hasta los cuatro años siempre viajó a España con su madre o conmigo pero solo podía disfrutar un mes debido a que es el tiempo de nuestras vacaciones.

Sin embargo, cuando cumplió cinco años le dimos a elegir entre irse sola bajo el programa de "menor no acompañada" y pasar tres meses en Galicia, o irse con mamá o conmigo pero solo tener un mes para disfrutar del verano español junto con sus amigxs y familia materna.

Me siento orgulloso de recordar que a sus cinco años tomó la decisión de realizar sola un viaje tan largo. La llevamos a San Salvador y de ahí voló hasta Madrid y de la capital española hasta Vigo. Mientras ella volaba, su madre y yo nos quedamos en casa de Marta y Julio, y yo no dormí absolutamente nada esperando la noticia de su llegada, la cual apareció al siguiente día a través de una foto por WhatsApp en la que era recibida en el aeropuerto por sus abuelxs, tíxs y primxs.

Cuando le pregunté personalmente cómo había estado su viaje, me contó que se lo pasó genial, que hizo un nuevo amiguito con el que compartió vuelo y que quería seguir viajando así. Desde entonces, cada año realiza un viaje de 14 horas aproximadamente y en cada viaje, mi hija se vuelve más autónoma e independiente. 

Y en tercer lugar, que su independencia debe ser integral, ya que es normal que durante un par de meses separadxs me extrañe a mí o a su madre; sin embargo, constantemente le digo que extrañarme no tiene nada de malo, siempre y cuando no implique que deje de disfrutar. 

Si por extrañarme no disfruta, entonces no es algo bueno, pues le insisto que la vida solo es una y es muy corta, y que debe vivir intensamente cada minuto de felicidad que se le presente, conmigo o sin mi.

Por eso, cuando se va ni siquiera me comunico con ella para dejarla que disfrute esa otra parte de su vida lejos de mí. Además, no quiero experimentar lo de su madre, que cuando trata de hablar con ella por teléfono, Sara le manda a decir con su abuela que no tiene tiempo. 

lunes, 10 de julio de 2017

Cinco anécdotas que me llenan de orgullo y ternura



A lo largo de estos años he vivido momentos inolvidables que me indican que estamos en el camino correcto con la educación de Sara, pues reflejan su crecimiento humano, su desarrollo de una visión crítica, su sentido del humor y su claridad sobre su lugar en este mundo.

Hay cinco pequeñas anécdotas que me provocan una sonrisa y una sensación de orgullo y ternura cada vez que las recuerdo.

La primera. Cuando Sara tenía 4 años y estaba en el kinder, su maestra estaba contándoles la historia de Lempira y la forma cómo fue asesinado por los españoles. Al escucharla, inmediatamente Sara levantó la mano y le dijo a su profesora que habían sido otros españoles los que le habían dado muerte al líder indígena, pues ella y su familia materna no tenían nada que ver con ello.

Imagino que alguna vez habrá escuchado a su abuelo materno comentarme que ningún gallego había venido a "conquistar" a América, pues Galicia también había sido obligada a unirse con los reinos de toda España mediante el matrimonio de los llamados "Reyes Católicos". Y por tanto, quienes llegaron a América eran españoles procedentes de Castilla, Extremadura y Andalucía, pero no de Galicia, Asturias, Navarra y País Vasco.

La segunda. Fuimos por ella a la escuela y se vino con nosotrxs una amiguita para jugar en casa. Durante el trayecto, su amiguita le preguntó si se iba a casar. Mi hija le respondió que no, así que su amiguita le dijo que entonces nunca tendría hijxs. Sara le respondió con firmeza: "No necesito a un hombre para tener hijxs, si es que decido tenerlxs cuando sea mayor".

Aclaro que su respuesta no tiene nada que ver con una visión en contra de los hombres, simplemente refleja su claridad de que tomará libremente una decisión cuando sea mayor sin que la condicione la presión social hacia las mujeres para ser madres. Además, también tiene claro que la diversidad humana va más allá de la heteronormatividad.

La tercera. Sara es una niña que como buena gallega come de todo y muy bien. Sin embargo, un día no se estaba comiendo su ensalada, así que su madre le pidió que por favor se la comiera porque es buena para su salud y su cuerpo. Sara le respondió que no quería, así que su madre insistió. Después de un intercambio de "come la ensalada" y "no quiero mami", Sara terminó la conversación diciéndole a su madre: "Mamá, es mi cuerpo".

Su respuesta nos dejó sin palabras porque en el fondo ella tiene razón, "es su cuerpo" y le hemos enseñado que nadie tiene el derecho a incidir sobre él, solo ella. De hecho, yo le he enseñado que "no es no", incluso cuando le hago cosquillas y ella me dice que pare, dejo de hacerlo inmediatamente sin insistir para que comprenda que un "no" no es un "sí camuflajeado" o un "no pensando en un sí", como dice una canción de Ricardo Arjona.

La cuarta. Hace un par de años fuimos a San Salvador para participar en el aniversario de los mártires de la UCA. Por el día visitamos el lugar donde vivió Monseñor Romero y disfrutamos escuchando las historias que sobre él nos contaba la persona encargada. Al salir del lugar, Sara se me acercó y me dijo preocupada y con lágrimas en sus ojos: "Papi, si a Monseñor lo mataron por luchar por la justicia, ¿a vos también te van a matar?"

Su pregunta me hizo ver que ella comprende perfectamente lo que hago en mi trabajo de promoción y defensa de derechos humanos, y las implicaciones que tiene. Tuve que contener mis lágrimas para calmarla e intentar convencerla de que yo me moriría de viejito aunque en el fondo sé, por experiencias pasadas y la situación actual, que quienes apostamos por una sociedad más justa y compartida, estamos en permanente riesgo.

La quinta. En todo momento aprovecho para decirle a Sara que la amo. Ella siempre me responde que también me ama, así que yo le replico que yo la amo más. Ella me pregunta por qué creo que la amo más de lo que ella me ama y yo le respondo que soy más grande, y en consecuencia, mi cuerpo tiene más espacio para guardar amor. Sin embargo, su respuesta me deja sin argumentos pues me dice: "Yo te amo más porque al ser más pequeña conozco menos gente y por tanto, comparto menos mi amor y vos recibís más".

Mi hija de 8 años me enseñó algo que yo nunca comprendí hasta hace muy poco, que es mentira que nunca hay suficiente amor para todo el mundo y que darle amor a una persona no significa quitarle amor a otra. 

Las consecuencias de pensar con la lógica de una "economía de la escasez", nos lleva a volvernos personas posesivas y a ver el mundo desde una perspectiva limitada según la cual el amor que entregamos y recibimos sale de un fondo común que nunca es suficiente y, por lo tanto, tenemos que luchar para conseguirlo y mantenerlo, a menudo en una lucha a muerte con otras personas*.

Me alegra ver que Sara va creciendo con la libertad de darse cuenta que, como lo dice Dossie Easton y Janet H. Hardy, hay suficiente amor, compromiso, apoyo y cuidados para todas las personas porque no hay una cantidad limitada de amor, porque a pesar de todo el mundo ofrece amor de sobra.

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* Recomiendo ampliamente el libro "Ética promiscua" de Dossie Easton y Janet W. Hardy. Hay una versión digital (no oficial) que puede ser descargada aquí: http://www.amorlibre.org/files/etica_promiscua_-_dossie_easton-372.pdf

martes, 27 de junio de 2017

"Primero padre, luego hombre"


Platicando con alguien a quien aprecio (Yari), me compartió una frase que su padre, Edgardo, siempre usa cuando se trata de prioridades, la cual me llamó poderosamente la atención: "Primero padre, luego hombre".

Creo que esa breve frase encierra perfectamente la forma en que yo decidí vivir mi paternidad y reconozco que en ocasiones la he llevado a tal extremo que ha significado renuncias, pérdidas y soledades.

En estos últimos años he sido siempre primero padre y luego todo lo demás, y por eso quizá no he sido suficientemente bueno como pareja ni como amigo ni siquiera como padrino (seguramente Marito, Guido y Zulma estarán de acuerdo conmigo).

De hecho, me he dado cuenta que desde hace mucho tiempo nadie me invita a bautizos, bodas, graduaciones y fiestas, y los únicos cumpleaños a los que voy son aquellos en los cuales Sara es la invitada y mi papel se limita a ser su acompañante-chofer.

Recuerdo que hace un par de años se me presentó una oportunidad laboral con una oferta económica irrechazable. La única cuestión es que era en Tegucigalpa y tenía que pasar prácticamente todo el tiempo allá por la importancia del cargo.

Debido a las implicaciones políticas, profesionales y de seguridad, consulté con varias personas. Algunas me dijeron que aceptara y otras que no. Sin embargo, la decisión final de no aceptar se debió a Sara.

Una noche mientras la dormía, le expliqué que me habían ofrecido un trabajo y que aunque eso significaba que yo tenía que irme a otra ciudad, tendríamos más dinero para comprar cosas, incluso para que ella fuera a España en navidades, no solo en verano.

Su respuesta fue contundente y convincente. Se me acercó, me abrazó muy fuerte y me dijo: "Papi, el dinero no importa, pues lo importante es que estemos juntxs". Confieso que lloré con su comentario y en cuanto se durmió, escribí el mensaje respectivo para decir que no aceptaba el cargo.

Un tiempo después recibí la oferta laboral que cualquier investigador sueña: una plaza de profesor-investigador en una universidad mexicana con un potente proyecto en materia de derechos humanos. Evidentemente, ello implicaba mudarme a México y posiblemente separarme de Sara o separarla de su mamá por un tiempo.

Debo agradecer al director de la facultad por su paciencia al esperar mi respuesta y sobre todo por su comprensión cuando le dije que no podía aceptar la plaza porque Sara es mi prioridad. No puedo negar que me dolió "perder" esa irrepetible oportunidad, pero no me arrepiento ni un segundo.

La frase de Edgardo "Primero padre, luego hombre" se ha convertido en mi eslogan y ha sido mi proyecto de vida, y aunque hay quien me dice que me quedaré solo porque Sara algún día se irá, mientras ella esté pequeña y la tenga cerca, la voy a disfrutar a tope, implique lo que implique.

Cuando Sara me pregunta qué tan importante es ella para mí, siempre le respondo que es el centro de mi vida, que su bienestar está por encima de cualquier cosa y que estoy dispuesto a renunciar a todo y a todxs por ella. Hasta el momento estoy absolutamente convencido que quiero seguir siendo "primero padre, luego hombre".

domingo, 18 de junio de 2017

Antes novixs y amigxs, ahora hermanxs y amigxs


Hace unos años Sara tuvo que enfrentar una de las situaciones más difíciles de su corta vida: la separación de su papi y su mami. Si para nosotrxs era duro siendo personas adultas, evidentemente nos preocupaba muchísimo saber cuánto le afectaría a nuestra pequeña niña.

Aunque en una ruptura la responsabilidad es compartida y es un proceso doloroso, nuestras particulares circunstancias nos permitieron afrontar con madurez y cariño el hecho de que era mejor separarse y reformular nuestra relación convirtiéndola en amistad.

Por eso, cuando tomamos la decisión definitiva, acordamos hablar lxs dos con ella, manejar un mismo discurso e intentar hacerle sentir que las cosas no cambiarían drásticamente, pues continuaríamos siendo una familia, diferente pero siempre familia.

Sabíamos que teníamos cierta ventaja porque pese a los errores y al duelo que representa una separación, la nuestra fue cariñosa, con mucha comunicación, tratando de no hacernos daño y cuidándonos mutuamente, como lo plantea Coral Herrera Gómez en su artículo "Rupturas amorosas, separaciones cariñosas"*.

Ni antes ni después Sara presenció gritos o insultos, mucho menos violencia física, simplemente porque jamás existieron. Además, le habíamos mostrado a través de cuentos y películas que una separación no implica dejar de quererse y de cuidarse. Nosotras tres somos el mejor ejemplo de ello porque años después seguimos cuidándonos, queriéndonos y apoyándonos como familia.

También le habíamos enseñado que existen muchos tipos de familia: familias tradicionales (un papá, una mamá e hijxs), familias lesbomaternales (dos mamás e hijxs), familias homoparentales (dos papás e hijxs), familias de madres o padres solxs, familias sin hijxs, familias con hijxs adoptadxs, entre otras.

Pese a toda esa preparación, las preguntas cruciales seguían siendo, ¿cómo explicarle a una niña tan pequeña que su papi y su mami han decidido separarse y que ya no van a vivir juntxs?, ¿cómo mostrarle que "las separaciones cariñosas no son una utopía" y que "otras formas de separarse son posibles"?

Al hablar con ella le dejamos muy claro que continuaría siendo nuestra hija y nosotrxs su papi y su mami, que la seguiríamos queriendo, cuidando y apoyando muchísimo, y de forma incondicional, que continuaríamos siendo una familia y que mamá y yo ahora nos queríamos de otra manera.

No necesitamos decir mucho más para que ella reflexionara un momento y prácticamente nos interrumpiera para decirnos, literalmente, "o sea que ustedes antes eran novixs y amigxs, y ahora son hermanxs y amigxs". Sin duda alguna, la claridad de su razonamiento fue contundente. ¡Cuánto quisiera que todo el mundo lo entendiera como​ mi hija!

A partir de ahí iniciamos un proceso de adaptación a la nueva realidad que implicó decidir que en un primer momento ella se quedara "formalmente" conmigo para no sacarla de su ambiente en el hogar inicial y avanzamos​ en hacerle sentir que la nueva casa de mamá, una vez acondicionada, también era la suya. 

Desde un principio intentamos que, en el día a día, Sara viva con normalidad la experiencia de tener dos casas en las que pasa su niñez por igual, sin que sienta que una es más "su casa" que la otra.

Con el tiempo asumió como ventaja el hecho de tener dos casas, dos carros, dos espacios y la ampliación de la red de personas que podían quererla (las nuevas parejas de papá y mamá). Se portó de maravilla y se sintió feliz cuando le conté que había comenzado una nueva relación y la conoció y trató, y asumió con la misma madurez la ruptura pese a la pena que le provocó y que vio en mí a pesar de mis intentos de disimularlo. 

También debo señalar que se ha querido "aprovechar" de esa ventaja para decir que ahora tiene derecho a recibir dos regalos de cumpleaños, de navidad, de año nuevo y de reyes, uno de papá y uno de mamá, y no uno solo como sucedía antes cuando éramos pareja. En broma y en serio nos lo dijo para ver si colaba. Reconozco que conmigo lo logró 😊.

No puedo negar que hubo momentos en que nos cuestionó a su madre y a mí nuestra decisión de separarnos, y nos planteó que quería que estuviéramos juntas las tres nuevamente. Siempre la dejamos hablar, llorar, desahogarse y luego volvíamos con nuestros argumentos hasta que lo comprendía.

Una de las cuestiones fundamentales en este proceso fue intentar mantener regularmente nuestro espacio familiar, lo que implica salir con ella al cine, de viaje o a comer. Esto permite que Sara sienta que su familia sigue intacta pero de una forma diferente. Lamentablemente en nuestras sociedades esta situación se ve con recelo porque se sale de los moldes patriarcales que proscribe que una pareja separada pueda tratarse con cariño y ternura.

Con el paso de los años Sara se ha adaptado a vernos a las tres desde otra perspectiva familiar y entiende que el hecho de no vivir bajo el mismo techo o que su mami y papi ya no sean "novixs y amigxs", sino "hermanxs y amigxs", no afecta el amor y cuidado que nos tenemos como familia, en donde ella es el núcleo fundamental.

Hace un par de meses fui por ella a la escuela y su maestra me pidió unos minutos para decirme que estaba orgullosa de Sara porque es una niña madura, solidaria y maravillosa, ya que había confortado a una de sus compañeritas que estaba pasando por un mal momento.

Me contó que esa niña estaba muy triste debido a la separación de su papá y su mamá. Sara lo supo y por iniciativa propia se le acercó para decirle que su tristeza era normal, que todo iba a estar bien, que lo importante es que su papi y su mami siempre la van a querer, y que la mirara a ella que había pasado por lo mismo y era feliz.

Lloré cuando la maestra me lo contó y lloro cada vez que lo recuerdo porque me siento orgulloso, emocionado y satisfecho de saber que pese a los errores cometidos, no nos estamos equivocando en la forma en que estamos guiando a Sara en el camino y búsqueda de su propia identidad y humanidad.
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* Recomiendo ampliamente el artículo "Rupturas amorosas, separaciones cariñosas" de Coral Herrera Gómez. Accesible en http://haikita.blogspot.com/2014/10/rupturas-amorosas-separaciones-carinosas.html

lunes, 12 de junio de 2017

Una breve entrevista a mi hija


Las noches que mi hija se queda a dormir conmigo, nuestra rutina en cama comienza con una plática, a veces siguen juegos y cosquillas, otras incluye una lectura conjunta de algún libro y siempre termina con las canciones de los payasitos de la tele y Cri-Cri.

Hoy la plática giró en torno a algunas experiencias que ha tenido en su escuela por el hecho de ser niña. 

Me contó, por ejemplo, que cuando en su clase de Español ella leyó la carta que le escribí, un compañerito y una compañerita le dijeron "que las niñas no son tan fuertes como cree tu papá".

También me contó que cuando algún compañerito, en medio de un juego, le da un toque un poco fuerte en la espalda o en el brazo, otro compañerito le recrimina a él que "a las niñas no se les pega", pero ella entiende que a nadie, sea niño o niña, se le debe pegar.

Me contó que en ciertos juegos los niños les dicen a las niñas que no pueden jugar "porque nos vamos a golpear y vamos a quedar llorando", como si fueran frágiles.

También me contó que la semana pasada que hubo un torneo de fútbol en la escuela, los niños siempre creyeron que ellos ganarían en su categoría pero no las niñas. Al final resultó que el equipo de niñas en el que Sara juega quedó campeón y el de niños en tercer lugar. 

Afortunadamente la maestra del grado es muy buena para lograr un sentimiento de unidad y hacerles sentir que todxs son campeonxs con el triunfo de lxs otrxs.

Ante todo eso se me ocurrió consultarle si podía hacerle unas preguntas, como en una entrevista, para publicarlo en el blog. Le dejé claro que si a ella no le parecía, no lo publicaría pero me autorizó a hacerlo. Así que comparto las respuestas sencillas (sin editar) que me dio en medio de su cansancio antes de dormir.

¿Sos feliz siendo niña?
Sí, me gusta romper las reglas machistas.

Si volvieras a nacer, ¿te gustaría ser niño o niña?
Niña, porque me gusta y soy feliz así.

¿Estás consciente que en este mundo a las niñas y mujeres se les considera menos que los hombres?
Se nos considera pero no lo somos, que se considere así no significa que sea verdad. Por ejemplo, se nos cree débiles pero no lo somos.

¿Por qué pensás que se les considera débiles?
Porque a los hombres se les considera fuertes y machos.

¿Cuándo alguien dice "niños" te sentís incluida?
No me siento incluida porque solo dicen niños, yo no soy un niño, entonces a mi no me pueden nombrar como si fuera un niño. Me gusta mi maestra porque cuando se refiere a niños y niñas nos llama "3B" para incluirnos a todxs (Es el grado y la sección en la que está).

¿Qué opinás de los colores?
Diferenciar los colores para niños y niñas es una tontería. Los colores no tienen género.

¿Qué opinás de los juguetes?, ¿te gusta jugar con carritos?
Nunca me han regalado carritos, solo ustedes. La gente cree que las niñas no pueden jugar con carros, creen que solo nos gusta jugar a muñecas y no, también nos gusta jugar a científicas y carritos.

¿Conocés el nombre de alguna mujer que te guste por su forma de ser?
Frida. Me gustan sus pinturas. Ella miró el lado bueno de todo. Sufrió bastante pero siempre tuvo sus cosas bonitas. Fue muy valiente y nunca se rindió a pesar de sus dolores y enfermedades.

¿Qué opinás de que yo sea ateo?
No pasa nada, cada uno y una tiene sus decisiones. Eso no te hace peor o mejor.

¿Qué opinás del amor entre personas del mismo sexo?
Es normal, cada persona puede querer a quien quiera, solo se debe tener en cuenta que sea una buena persona por si quiere tener una buena compañía.

¿Qué cambiaríás del mundo?
El machismo, tanta violencia, la contaminación y que se pensara más en los bienes naturales.

¿Por qué creés que las mujeres y los hombres debemos ser iguales?
Porque somos personas y nos deben de tratar igual, porque tenemos que respetarnos. Solo porque seamos de diferente género no significa que somos diferentes criaturas.

¿Qué significa ser libre para vos?
Que no me tengan en casa limpiando, poder conocer nuevos lugares sin ningún peligro, poder confiar en las personas y poder seguir mis sueños sin problemas. 

¿Sos feliz?
Sí, tengo una familia bonita, muchos amigos y amigas, muchas casas, un papi y una mami que me quieren mucho, y muchos lugares que explorar en mis países (España y Honduras) y en otros.

martes, 6 de junio de 2017

De papi a "mil usos"


Una de las ventajas de la paternidad y maternidad igualitaria es que el peso de la crianza de lxs hijxs no recae más en la madre o en el padre, a menos que por circunstancias particulares se decida una distribución distinta.

De cualquier manera, es claro que quienes tenemos hijxs jamás imaginamos que ser padre o madre implica convertirse en una persona "mil usos". En mi caso, cuando Sara era una bebé yo me convertí en su niñero, en su payaso, en su paseador, incluso en su cama pues a veces la única manera de dormirla era acostándola sobre mi cuerpo. 

También fui su mecedor, ya que en otras ocasiones se dormía en mis brazos mientras yo bailaba un Merengue, una Punta, una Bachata o una Salsa. Llegué hasta el punto de convertirme en un "detector" cuando ella hacia pis o caca, pues nunca me falló el método de meter un dedo en su pañal y comprobar in situ la situación, el cual aprendí de Dani, cuñado de Yolanda.

Con los años asumí otros roles: chofer para llevarla a casa de sus amigas o para traer a sus amigas a casa, y para llevarla a la escuela o a sus partidos de fútbol. Asumí el papel de su cocinero improvisado, su guía turístico, su arrullador de sueños, su "trae agua" por las noches aunque esté muerto del cansancio y su enfermero particular, reconociendo que hasta hace poco he aprendido a mantener un poco la calma ante las muy raras veces que se enferma.

También me he convertido en su lustrabotas y en su "descargador" oficial de música y películas, frente a las cuales soy su clasificador privado. Sara tiene una colección de miles de películas y antes de que las vea, yo las reviso para detectar si son acordes con su madurez y sobre todo, si hay en ellas micromachismos o si promueven roles tradicionales que refuerzan las relaciones desiguales de poder entre mujeres y hombres.

Aunque encuentre en algunas películas este tipo de cuestiones, dejo que las vea pero conmigo, ya que aprovecho para discutir sobre lo negativo de ciertos roles mostrados en muchas películas de Disney, por poner un ejemplo, en las que las princesas son incapaces de salvarse a sí mismas y los príncipes son sus eternos salvadores.

Con las películas le enseño a mi hija que, como dice Coral Herrera Gómez, "otro Disney es posible"* en el que "las princesas se vuelven guerreras, los príncipes azules se aman entre ellos, los buenos y los malos se funden en abrazos amorosos".

Es sorprendente lo positivo que puede ser analizar críticamente con ella una película "tradicional" como "La Cenicienta" o "Blanca Nieves", y contrastarla con otras como "Mulán" o "Brave". También reconozco que tanto Disney como Mattel con su Barbie han avanzado bastante en cambiar los roles tradicionales realizando películas como "Moana" o "Barbie y las tres mosqueteras".

Debo insistir que estoy agradecido con la vida porque durante estos 8 años de Sara he tenido unas circunstancias privilegiadas para vivir mi paternidad igualitaria con mayores facilidades, que van desde el tiempo que pasé en casa mientras escribía mi tesis doctoral hasta la comprensión y apoyo de su famila materna y paterna, de su madre y de mis compañerxs y jefxs en mis dos más recientes trabajos en una universidad pública (IUDPAS-UNAH) y en un centro de investigación jesuita (ERIC-RP). 

Sin duda alguna, los diferentes papeles que he realizado como padre "mil usos" me han permitido construir una relación muy cercana, única y sólida con mi hija, y estoy emocionado y con mucha curiosidad de vivir y saber cuáles serán los nuevos roles que jugaré a medida que ella vaya creciendo.

* Invito a ver las imágenes subversivas recogidas por Coral Herrera Gómez en "Otro Disney es posible". Fuente: http://haikita.blogspot.com/2012/08/otro-disney-es-posible.html

De paso, les invito a leer su revolucionario blog: http://haikita.blogspot.com/.

martes, 30 de mayo de 2017

Lo que no se menciona no existe



Una de las cosas que comprendí con mi paternidad igualitaria es la importancia de la inclusión en el lenguaje, independientemente de lo que me digan las reglas de la Real Academia Española (RAE).

No está de más decir que la RAE solo ha tenido a 11 mujeres de 500 miembros en 300 años de historia y en la actualidad, de los 46 sillones con que cuenta solo 8 son ocupados por mujeres*.

Así que aprendí a usar el lenguaje inclusivo aunque me tenga que saltar las "sagradas" reglas de la RAE, pues quiero que mi hija sea consciente que el lenguaje es simbólico y que las palabras tienen efectos de poder. 

Uno de esos efectos de poder es la invisibilización que afecta particularmente a personas o grupos sociales que históricamente han estado bajo relaciones desiguales de poder o de dominación como las mujeres.

En ese sentido, mi hija tiene claro que cuando se dice "niños" no incluye a las niñas y por tanto, ha aprendido a decir "niños y niñas" o a utilizar palabras más inclusivas como "niñez" o "personas".

Cuando lee algún libro y encuentra un párrafo donde solo dice "niños", ella le agrega "niños y niñas"; lo mismo sucede cuando ve una película o alguna serie de televisión pues a sus 8 años cuestiona que el lenguaje invisibilice a las mujeres.

Como en casa éramos tres, dos mujeres (ella y su madre) y un hombre (yo), decidí cambiar el modo de identificarnos grupalmente y le expliqué que si ellas eran mayoría yo tenía que decir "nosotras" o "las" tres. Reconozco que más de una vez algunas personas me miraron con extrañeza al escucharme hablar de esa forma.

Hacerle ver a mi hija la importancia del lenguaje inclusivo ha hecho que se cuestione que en su escuela sigan usando un lenguaje tradicional que la invisibiliza a ella y a sus compañeritas, y que ni las niñas ni las profesoras se den cuenta de ello.

Pese a todo, yo me siento orgulloso de que Sara comprenda que lo que no se menciona no existe y que por tanto, como mujer debe luchar para que la inclusión se refleje en el lenguaje.

Al mismo tiempo, como hombre me siento día a día desafiado a romper con el mito de que el masculino singular nos incluye a hombres y mujeres, pues a todas luces es claro que jamás ha sido neutro.

Si hablamos de luchar por democratizar la sociedad y el Estado, es imprescindible democratizar también el lenguaje mediante la desactivación del absolutismo del masculino singular y su sustitución por expresiones neutrales o la inclusión del femenino singular.

Como hombre y como padre de una niña tengo el deber moral de usar un lenguaje inclusivo en mi vida cotidiana para que mi hija identifique en ese simple gesto, el valor de la no discriminación, de la solidaridad, de la igualdad y de la inclusión.

* Invito a leer el artículo de Belén Remacha, "La curiosa misoginia de la RAE", publicado en eldiario.es. Fuente: http://www.eldiario.es/cultura/RAE-institucion-tradicionalmente-misogina_0_502200361.html

martes, 23 de mayo de 2017

De juguetes y arcoiris


Sin quererlo, Sara me está mostrando el enorme daño que las personas adultas le hacemos a nuestras niñas y niños cuando les metemos en sus cabecitas que hay colores y juguetes para niñas, y colores y juguetes para niños.

Solo basta visitar las tiendas de ropa o las secciones de juguetería para darnos cuenta que el color rosa, las muñecas, las cocinitas,  los cochecitos de bebés y los accesorios de belleza son para las niñas, mientras que el color azul, los súper héroes, los carritos, las armas y las pelotas de fútbol son para los niños.

De esta manera, las niñas van asumiendo que sus juegos con muñecas y cocinitas las preparan para su rol en la sociedad, es decir, madres y "señoras de la casa"; mientras que los niños asumen que sus juegos con carros y pistolas los preparan para conquistar el mundo y utilizar su fuerza de "macho alfa" en caso de ser necesario.

Aunque puede parecer exagerado, los juegos y los juguetes tienen un impacto importante en la manera en que nuestra niñez se relaciona. A un niño prácticamente se le prohíbe jugar con cocinitas y muñecas porque es "cosa de niñas" y existe el peligro de convertirse en homosexual. En el fondo les estamos negando la oportunidad de practicar el cuidado, la cercanía, el cariño y la igualdad en el reparto de las tareas domésticas.

¿Cómo es posible que las personas adultas hayamos llegado al extremo de sexualizar los juegos y los juguetes e incubar lentamente la homofobia, la misoginia y la desigualdad en nuestra niñez, especialmente en nuestros niños?

Recuerdo perfectamente cuando Sara cumplió 7 años. Su madre y yo le llevamos un pastel a su escuela para que celebrara un momento con sus compañeritxs de clase. Los platos y los vasos que llevamos tenían el dibujo de una de las pricesas de Disney, la sirenita Ariel. La razón era simple, no habíamos encontrado de otro estilo y tampoco le dimos importancia.

Sin embargo, cuando comenzamos a repartir el pastel y la bebida, dos niños comenzaron a llorar porque decían que no podían comer pastel en un plato y un vaso de "La Sirenita", ya que eran de niñas. Reconozco que me sentí impactado, dolido y con mucha rabia, no contra los niños sino contra el sistema patriarcal que desde niñxs nos mete en la cabeza estas diferencias y que luego como padres y madres reproducimos con nuestros hijxs.

Le pedí a la maestra que me permitiera hablarle a toda la clase y comencé a decirles que yo escogí los platos y vasos con el dibujo de "La Sirenita" porque es mi preferida. También les dije que mi color favorito es el rosa y que a Sara le gusta jugar conmigo a la lucha, y que siempre me gana porque tiene mucha fuerza. Les hablé de la riqueza en la diversidad del arcoiris, de que todos los colores son hermosos y que no hay colores para niños y para niñas. 

Poco a poco esos dos niños dejaron de llorar y me emocioné al verlos aceptar el pastel en los platos y vasos "para niñas". Luego, se me acercó otro niño para decirme al oído que a él le gusta ver "La princesa Sofía", yo le respondí que también me gusta y que la veo con Sara. Después se me acercó una niña para contarme que le gusta el color azul aunque sus compañerxs le dicen que es de niños. Se me acercó otro niño para confesarme que juega con las muñecas de su hermanita.

Con esas confesiones inocentes me di cuenta que nos hemos convertido en piezas de un engranaje social que funciona perfectamente para perpetuar las relaciones desiguales entre mujeres y hombres, en el cual nuestros niños y niñas son las principales víctimas. Aunque siento vergüenza debido a que las personas adultas estamos incubando en nuestra niñez el virus del patriarcado, también me da esperanza conocer de primera mano la experiencia de algunxs amigxs que están educando a sus hijxs para romper con el círculo vicioso de la desigualdad.

Como padre me he esforzado muchísimo para que Sara no forme parte de ese círculo perverso. Ella tiene y juega con muñecas, carros, espadas, libros, vestidos de princesas (Mérida de la película "Brave"), disfraces de heroínas (Batichica y Supergirl), bicicleta, cartas, juegos de mesa, patines y pelotas de fútbol. Le hemos enseñado que los juguetes y los juegos no tienen género, pero también le he mostrado que es importante ser crítica frente a juegos que promueven ciertos modelos y roles que son machistas. 

Como muestra, hay un juego de saltar la cuerda que dice algo así como "Cuántos hijxs yo tendré... 1, 2, 3, 4..." y así sucesivamente hasta el número de saltos al que la niña logre llegar. Yo le he mostrado que tener hijxs no es lo único en la vida de una mujer y que podría cambiar la letra del juego por algo más interesante como por ejemplo, "Cuántos libros leeré... 1, 2, 3, 4..." o "Cuántos viajes yo haré... 1, 2, 3, 4...". Lo mismo le he mostrado con otros juegos, pues además de jugar a ser mamá, también puede jugar a ser científica, maestra, súper heroína, escritora y tantas otras cosas que la empoderan.

Lo mismo he intentado con los colores. Aunque ella no tiene problemas para usar el color rosa, no es su favorito. Antes su color favorito era el morado y ahora es el verde aqua. En mi caso, ella sabe que mi color favorito es el negro pero comencé a usar el color rosa en ropa, cables de teléfono y hasta en mis cepillos dentales con el objetivo de mostrarle que el arcoiris no diferencia entre niñas y niños, y que ser hombre no me limita a usar el color que yo quiera, si me gusta. 

Por mi experiencia con Sara estoy convencido que la forma en que eduquemos a nuestras niñas y niños en relación con los juegos, juguetes y colores, puede ser un paso fundamental para vacunarlxs contra el machismo, la homofobia y las relaciones desiguales de poder.