lunes, 3 de septiembre de 2018

Un espejo adicional para mi hija



"Papi, ¿Por qué Linda y vos terminaron?, ¿todavía se quieren?, ¿van a volver?, ¿van a seguir siendo amigxs al menos? Es que a mí ella siempre me gustó como segunda mamá". El bombardeo de preguntas y su comentario final me dejaron perplejo, pues se cumplió uno de mis temores, es decir, que mi hija presenciara mi primera ruptura de pareja después de la separación con su madre.

Debo reconocer que me quedé en silencio por un breve momento que me pareció eterno antes de intentar hilvanar una respuesta medianamente satisfactoria; sin embargo, lo único que pude responder es algo que Linda siempre me dijo: "El amor no es suficiente". Tratar de explicarle lo que eso significa me resultó más difícil que hablarle sobre sexo, así que, intentando ocultar mi tristeza, solo pude decirle que a veces, aunque las personas se aman mucho, enfrentan ciertas circunstancias que las terminan separando.

Obviamente en toda separación hay responsabilidades y yo admito que cometí muchos errores, pero para ganar tiempo y aclarar las ideas, le dije que hablaríamos después, algo que aún tenemos pendiente. Posponer esa plática me permitió reflexionar y admitir que, en cierta medida, mi responsabilidad en la ruptura está vinculada con el machismo que a los hombres nos hace creer que podemos ser autoficientes y que no necesitamos ayuda.

Reconozco que durante el último año enfrenté una serie de complicaciones de seguridad, económicas, laborales y de salud, y en lugar de ver a Linda como la compañera que estaba dispuesta a hacer lo que fuera por mí, yo me encerré en mí mismo y pensé que debía protegerla hasta de mis problemas, en vez de compartirlos y afrontarlos con su apoyo.

Como se lo confesé en una carta, yo me sentí sobrado, fui un soberbio y un machista porque me faltó humildad para dejarme cuidar por ella y tomar su mano en mis momentos malos. "Sin duda alguna actúe como un buen hijo del patriarcado". Desafortunamente, es una actitud que he mantenido inconscientemente y he tenido que enfrentar esta ruptura para darme cuenta de mi error. La lección que me queda ahora es darle la importancia debida al autocuidado y a dejarme cuidar por quienes me quieren.

¿Pero por qué tenía temor de que mi hija presenciara una ruptura así en mi vida? Iniciar una nueva relación de pareja siendo “padre soltero” no es algo sencillo, ya que no solamente me involucro yo como individuo, sino también involucro a mi hija y la hago parte de lo bueno o lo malo de una experiencia amorosa. A veces puede resultar bien y otras veces un desastre.

Afortunadamente si pongo en la balanza mi relación con Linda no hay ninguna duda de que las cosas buenas tienen mucho mayor peso y por eso es que mi hija también resiente nuestra separación, y me sigue preguntando cuándo iremos a Tegucigalpa a visitar a Linda y a Sofía, su hija, con quien hizo buenas migas y lograron establecer una conexión especial desde que se conocieron.

Recuerdo cuando Linda y yo decidimos juntarnos por primera vez con nuestras hijas. Organizamos un almuerzo juntxs para conocernos y que se conocieran, y todo salió a la perfección. Inicialmente ellas creyeron que solo éramos amigxs y cuando un tiempo después le conté a Sara que Linda era mi novia, su reacción fue mirarme con picardía y alegría, y decirme dos cosas que jamás olvidaré: "Entonces Linda es como mi segunda mamá y Sofía como mi hermana". No miento, Sara estaba muy emocionada y, obviamente, yo me sentí feliz de que mi hija comprendiera que gracias a esta relación se ampliaba su red de personas que la quieren.

Reconozco que he sido afortunado de haber compartido tantos años de relación con Linda y que mi hija formara parte de ella porque en su lógica era como una segunda mamá en quien también tenía una referencia de vida admirable y un espejo en el cual mirarse como mujer. Particularmente, hay cinco cualidades de Linda que para mí era importante que Sara las conociera y valorara, pues son fundamentales para ser una mujer fuerte, consciente, solidaria y autónoma.

Primero, Linda es una mujer luchadora, trabajadora, con un sentido de la responsabilidad impresionante, a veces excesivo cuando está en juego su salud, siempre con ganas de demostrar que es capaz y con una enorme fortaleza para soportar los golpes de la vida, a la cual se aferra como nadie, y con una sonrisa permanente capaz de iluminar la oscuridad de las tristezas propias y ajenas. No conozco a nadie con tanta valentía y coraje como ella. No tengo ninguna duda de que su tenacidad y su necedad para nadar contracorriente es un ejemplo de empoderamiento para Sara, para Sofía y para cualquier niña.

Segundo, Linda es una mujer sencilla, humilde, fácil de querer, enamora con la mirada y transmite paz y seguridad, aunque a veces ella no se da cuenta o no lo cree. Pero estoy seguro que quienes la conocen y han tenido el privilegio de ser queridxs por ella, saben de lo que estoy hablando. Y estoy seguro que Sara lo percibió desde el primer día que habló con ella por teléfono y mucho más desde que la conoció personalmente. La conexión con Linda fue inmediata y absoluta, mi hija solo necesitó escucharla y verla una vez para sentirse segura y en confianza con ella. No es de extrañar que a pesar de los meses transcurridos desde nuestra ruptura, Sara siga interesándose por saber de ella.

Tercero, Linda es una mujer cariñosa, amorosa, preocupada por el cuidado de las personas que le importan y siempre me impresionó ser testigo de su fuerza y su carácter para enfrentarse a la vida, y al mismo tiempo de su ternura para tratar a quienes quiere y aprecia. A Sara la trató como a una hija e hizo todo lo que estaba a su alcance para promover la cercanía entre nuestras hijas. Además, siempre estuvo pendiente de sus cosas, se interesaba por su escuela, por su cumpleaños, por su viaje a España, por su salud, por todo.

Cada vez que podía le hacía regalos que coincidían con sus gustos, lo cual no era casualidad, sino que reflejaba que Linda se interesó por conocer muy bien a mi hija y percibir sus intereses. Recuerdo perfectamente uno de los primeros libros que le regaló, "Las aventuras de Pinocho" del italiano Carlo Collodi, cuya historia es más hermosa que la que nos vende Disney, y que me ayudó a explicarle a Sara que se puede ser feliz aunque papá viva en una casa y mamá en otra, porque lo importante es que sigan siendo familia y se quieran.

En pocas palabras, Linda simplemente actuó movida por dos hermosos valores fuertemente conectados: solidaridad conmigo al demostrarme que al amarme a mí también amaba a mi hija y sororidad con Sara al aportar su granito de arena para que, al igual que Sofía, creciera siendo una niña empoderada. De hecho, siempre tuvimos la bella costumbre de compartir libros, películas, canciones y cualquier material que les diera a nuestras hijas ejemplos de autonomía, libertad y fortaleza ante un mundo patriarcal.

Cuarto, Linda es una mujer comprometida con las causas justas y eso le ha acarreado más de un problema. A pesar que desde la distancia cualquier persona podría asegurar que ella no tiene necesidad de involucrarse en ese tipo de "cuestiones" o que quizá no se involucra, Linda siempre está dispuesta a estar en primera fila para brindar su aporte cuando se trata de luchar por la esperanza de un país mejor. Ella es capaz de indignarse por las injusticias más pequeñas y no quedarse callada ni pasiva, lo cual, en ocasiones, incluso ha puesto en riesgo su salud.

Durante la crisis postelectoral, por ejemplo, pese a que no se encontraba bien de salud, consiguió y distribuyó agua y comida para algunas personas que habían puesto barricadas y protestaban contra el fraude, y no le importó su vida, el riesgo ni los gases lacrimógenos que podían ser letales para ella. Debo reconocer que yo ni siquiera tuve la valentía de hacer una cuarta parte de lo que ella hizo en ese momento y a pesar de mi egocentrismo al sentirme un "gurú de los derechos humanos", siempre me apoyó, me animó y me hizo sentir que lo que hacía o decía era importante.

Quinto, Linda es una lectora voraz. No conozco a alguien como ella que lea tanto y sobre temas tan variados. Cualquier persona puede preguntarle sobre literatura hispanoamericana y ella tiene una respuesta, y si no la tiene, sabe dónde encontrarla. Aunque nunca llegué a conocer su biblioteca personal, deduzco que es inmensa. Linda siempre está rodeada de libros y es una compradora compulsiva de ellos.

Gracias a su amor por los libros tuve la suerte de conocer, leer, reencontrarme o reenamorarme de María Elena Llama (Cuba), Eduardo Mendoza (España), Clementina Suárez (Honduras) o Julio Cortázar (Argentina-Francia), respectivamente, y de esta manera pude romper un poco más las fronteras de lectura del Derecho. Sin que se diera cuenta nos influyó a mí y a Sara con sus propuestas de lectura, y fortaleció la pasión por los libros que mi hija ha cultivado desde muy pequeñita.

Pero Linda no es únicamente una devoradora insaciable de libros, también es una gran escritora como lo demuestran los ensayos y artículos que escribe para la Revista Centroamericana de Cultura y Opinión "(Casi) Literal" y para el periódico digital "Contra Corriente", entre otros espacios sobre cultura en general y literatura en particular. De hecho, más de alguna vez con su ojo crítico me corrigió unos cuantos trabajos que yo he escrito y, sin duda alguna, quedaron mejor.

Yo tuve el privilegio de leer algunos de sus trabajos cuando no se habían publicado y desde mi humilde opinión de lector, puedo decir que tiene una manera atractiva y fresca de escribir. Como siempre le dije, debería de juntar todos sus ensayos y publicarlos en un solo libro, y lo mismo hacer con su tesis de maestría en Literatura Española e Hispanoamericana. Honduras necesita aportes como el que ella da y que podría dar más en esa materia.

Con mencionar apenas estas cinco cualidades de Linda estoy seguro que cualquier persona estará de acuerdo con Sara en su apreciación de que ella era perfecta como su segunda mamá y que el tiempo que duró nuestra relación su ejemplo fue y sigue siendo un parámetro para mi hija con respecto a lo que como padre igualitario me interesa: su formación humana, su claridad política y su desarrollo intelectual.

Así como intento que Sara conozca la vida de mujeres lejanas que dieron importantes aportes al mundo de la literatura, la ciencia, los deportes, la política, etc., haré lo que esté a mi alcance para que ella recuerde siempre el ejemplo cercano y personal de Linda como una mujer fuerte, independiente, amante de los libros, solidaria, intelectual y políticamente comprometida con la justicia.

Indudablemente, toda ruptura es dolorosa, pero lo es más cuando de algún modo nuestrxs hijxs se ven involucradxs y viven la pérdida de una pareja de papá o mamá que, como en el caso de Linda, logran ocupar un lugar especial en su vida y convertirse en un referente adicional.

Pese a ello, como padre me siento satisfecho de que Sara tuviera la oportunidad de descubrir que, además de su madre y algunas amigas y compañeras de trabajo, hay otras mujeres cercanas, como Linda, que son ejemplo de mujeres empoderadas en medio de tanto machismo y de tanta violencia patriarcal.

Además de garantizar que Linda pueda seguir siendo una referencia para Sara desde la distancia, en la plática que aún tenemos pendiente sobre la ruptura, intentaré transmitirle una idea poderosa de Coral Herrera que leí en su libro "Mujeres que ya no sufren por amor. Transformando el mito romántico" y que yo mismo debo aplicar en mi vida si quiero que mi hija también lo haga en el futuro: "[...] cuando rompe la relación, lo mejor siempre es aceptarlo, pasar el duelo y tirar hacia adelante. El tiempo todo lo cura, no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista, y no hay otro camino que ir hacia adelante".

Solamente así es posible preparar el camino para nuevos amores y nuevas relaciones en las que mi hija también pueda involucrarse y obtenga más referentes de mujeres admirables como Linda o su madre*, pues como me dijo una de mis mejores amigas y compañeras, "si no se cierra un ciclo no se puede ofrecer nada a nadie".

*El espejo de mi hija

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