Platicando con alguien a quien aprecio (Yari), me compartió una frase que su padre, Edgardo, siempre usa cuando se trata de prioridades, la cual me llamó poderosamente la atención: "Primero padre, luego hombre".
Creo que esa breve frase encierra perfectamente la forma en que yo decidí vivir mi paternidad y reconozco que en ocasiones la he llevado a tal extremo que ha significado renuncias, pérdidas y soledades.
En estos últimos años he sido siempre primero padre y luego todo lo demás, y por eso quizá no he sido suficientemente bueno como pareja ni como amigo ni siquiera como padrino (seguramente Marito, Guido y Zulma estarán de acuerdo conmigo).
De hecho, me he dado cuenta que desde hace mucho tiempo nadie me invita a bautizos, bodas, graduaciones y fiestas, y los únicos cumpleaños a los que voy son aquellos en los cuales Sara es la invitada y mi papel se limita a ser su acompañante-chofer.
Recuerdo que hace un par de años se me presentó una oportunidad laboral con una oferta económica irrechazable. La única cuestión es que era en Tegucigalpa y tenía que pasar prácticamente todo el tiempo allá por la importancia del cargo.
Debido a las implicaciones políticas, profesionales y de seguridad, consulté con varias personas. Algunas me dijeron que aceptara y otras que no. Sin embargo, la decisión final de no aceptar se debió a Sara.
Una noche mientras la dormía, le expliqué que me habían ofrecido un trabajo y que aunque eso significaba que yo tenía que irme a otra ciudad, tendríamos más dinero para comprar cosas, incluso para que ella fuera a España en navidades, no solo en verano.
Su respuesta fue contundente y convincente. Se me acercó, me abrazó muy fuerte y me dijo: "Papi, el dinero no importa, pues lo importante es que estemos juntxs". Confieso que lloré con su comentario y en cuanto se durmió, escribí el mensaje respectivo para decir que no aceptaba el cargo.
Un tiempo después recibí la oferta laboral que cualquier investigador sueña: una plaza de profesor-investigador en una universidad mexicana con un potente proyecto en materia de derechos humanos. Evidentemente, ello implicaba mudarme a México y posiblemente separarme de Sara o separarla de su mamá por un tiempo.
Debo agradecer al director de la facultad por su paciencia al esperar mi respuesta y sobre todo por su comprensión cuando le dije que no podía aceptar la plaza porque Sara es mi prioridad. No puedo negar que me dolió "perder" esa irrepetible oportunidad, pero no me arrepiento ni un segundo.
La frase de Edgardo "Primero padre, luego hombre" se ha convertido en mi eslogan y ha sido mi proyecto de vida, y aunque hay quien me dice que me quedaré solo porque Sara algún día se irá, mientras ella esté pequeña y la tenga cerca, la voy a disfrutar a tope, implique lo que implique.
Cuando Sara me pregunta qué tan importante es ella para mí, siempre le respondo que es el centro de mi vida, que su bienestar está por encima de cualquier cosa y que estoy dispuesto a renunciar a todo y a todxs por ella. Hasta el momento estoy absolutamente convencido que quiero seguir siendo "primero padre, luego hombre".