Una de las cosas que más me enorgullecen de mi relación con Sara es la posibilidad de hablar de varios temas que en muchas ocasiones son considerados tabúes, sobre todo si son abordados desde la perspectiva de padre-hombre y su hija. Uno de ellos es la menstruación que, como lo cuento en otra entrada*, me ha permitido abordar con ella aspectos de su sexualidad, métodos anticonceptivos y responsabilidad sexual y afectiva.
Desde que Sara menstrua, he leído más sobre el tema y he buscado alternativas para hacer que esos días sean los más cómodos posibles para ella. Fue así como me encontré con las bragas menstruales Kiwitas de Platanomelón, las cuales son fáciles de usar y lavar, y permiten ahorrar dinero y tienen un menor impacto en el medio ambiente en comparación con las toallas sanitarias o las copas menstruales.
Cuando las descubrí, inmediatamente le propuse a Sara comprarle al menos una para que la probara y viera si realmente le eran útiles y cómodas. Cuando llegó a sus manos y la usó, solo me dijo "Me salvaste la vida, papá". Con esta experiencia muy particular de mi hija reflexioné sobre dos cosas: primero, los hombres no tenemos idea de las implicaciones que tiene la menstruación, no solo porque hay muchos prejuicios alrededor de ella, a pesar de que esa sangre representa la vida, sino también porque no se ha considerado el impacto que tienen varias dolencias asociadas al ciclo menstrual.
En otras palabras, no se ha abordado seriamente el tema de la conciliación laboral y menstrual que representaría para las mujeres que padecen dolores menstruales, la posibilidad de que puedan tener derecho a un permiso remunerado de algunos días al mes, tal y como sucede en países como Japón y Corea del Sur.
Segundo, los hombres y quienes gobiernan no hemos comprendido las implicaciones que tiene lo que se ha denominado la "pobreza menstrual" que profundiza las enormes brechas y desigualdades económicas entre mujeres y hombres debido a los sesgos de género con los que se elaboran e implementan las políticas fiscales, especialmente las tributarias.
De acuerdo con UNICEF, la pobreza menstrual engloba "no solo la falta de acceso a productos de higiene femenina, sino también, la dificultad de acceso a las instalaciones necesarias para higienizarse correctamente durante el período que dure la menstruación". En este sentido, los movimientos feministas vienen alertando desde hace años sobre la denominada "tasa rosa" o impuestos a los productos asociados a la menstruación como toallas higiénicas, tampones, copas menstruales o bragas menstruales.
Según el estudio "Impuestos sexistas en América Latina" de la Fundación Friedrich Ebert Stiftung, la política tributaria de la región "sigue apoyándose en impuestos sexistas, ignorando la desigualdad económica hacia las mujeres y reproduciendo elementos discriminatorios en la tributación a partir de diferencias biológicas". Por tal razón, "urge pensar políticas tributarias desde una perspectiva feminista, que proponga acciones tendentes a superar la desigualdad entre hombres y mujeres".
Teniendo en cuenta que el 70% de la población en Honduras vive en condiciones de pobreza y que existe una brecha de género del 72.2%, es decir, la distancia entre mujeres y hombres en relación con el acceso, participación, asignación, uso, control y calidad de recursos económicos, el impacto de los impuestos sexistas contribuye enormemente a la profundización de la feminización de la pobreza en el país.
Para fortuna de Sara, su madre y yo tenemos la posibilidad de costear los artículos relacionados con la menstruación como las bragas menstruales, pero ¿qué pasa con las cientos de miles o millones de niñas, adolescentes y mujeres adultas que tienen que escoger entre comer o comprar una toalla sanitaria? Esta es una realidad que está invisibilizada y es necesario colocarla en el debate público para comenzar a cuestionar seriamente por qué el Estado impone el cobro del 15% de Impuesto sobre Ventas en productos de higiene femenina, los cuales representan una necesidad básica a la luz del derecho a la salud sexual y reproductiva de las mujeres.
Resulta revelador que, de acuerdo con el artículo 15 de la Ley del Impuesto sobre Ventas y el artículo 1 del Acuerdo Ejecutivo N° 005-2014, la viagra (sexualidad masculina), al ser considerada un producto farmaceútico, se encuentre exonerado de dicho impuesto mientras que las toallas sanitarias y otros productos relacionados con la menstruación no lo estén (sexualidad femenina).
Sin duda alguna, esta es una evidente vulneración del derecho a la igualdad y no discriminación que debe ser denunciada y transformada para acortar las terribles desigualdades de género que el patriarcado ha instaurado y normalizado, lo cual es más grave cuando se ha realizado a través del propio Estado cuyo fin debe ser siempre la dignidad humana y, en consecuencia, la reducción de las desigualdades que son intolerables moral y legalmente.